Fríe el ajo en aceite de oliva. Añade el puré de tomate y sazona con orégano y sal. Cuece a fuego lento durante unos 15 minutos.
Mezcla la ricota con un huevo y la nuez moscada.
Corta las pechugas de pollo por la mitad (pero no hasta el final), ábrelas y coloca film transparente sobre ellas. Dale unos golpecitos con un mazo a las pechugas abiertas para aplanarlas un poco. Después rellénalas con mozzarella rallada (aproximadamente 1 cucharada) y vuelve a doblarlas.
Empaniza las pechugas de pollo rellenas (primero en harina, luego en huevo y después en una mezcla de pan rallado, orégano y parmesano). Fríe las pechugas de pollo en aceite de girasol (4 minutos por cada lado) o hasta que se doren.
Vierte la salsa de tomate en una fuente de horno y coloca tres pechugas de pollo encima. Pon una rebanada de jamón cocido sobre cada pechuga de pollo.
A continuación, añade una capa de crema de ricota sobre el jamón.
Agrega otra capa de salsa de tomate, las otras 3 pechugas de pollo, 3 rebanadas de jamón cocido, crema de ricota y otra capa de salsa de tomate.
La última capa de la cazuela es de las rodajas de queso de cabra. Mete la cazuela en el horno (de convección o con la circulación de aire activada) precalentado a 180 °C durante 30 minutos. Cubre la cazuela con papel de aluminio. Después de 30 minutos, retira el papel de aluminio y deja la cazuela en el horno durante otros 10 o 15 minutos hasta que la capa de queso esté dorada.
Antes de servirla, rocía la cazuela de pollo con el pesto verde y los piñones tostados. ¡Buen provecho!